¿Dónde están los pavos?

 

 

¿Dónde están los pavos? ¿Dónde? ¿Dónde están todos esos miles de pavos con los que se embute el fiambre de pavo, las láminas transparentes de pechuguita de pavo que no engorda, sana, sanísima, sana, échale guindas a la lonchita de pavo doblada naturalmente sobre sí misma en la bandeja light? ¿Dónde están esos pavos pechugones pero delgados, esos pavos fitness que nos encantan, esos pavos oxímoron, dónde, dónde están, dónde que nunca se ven en las carnicerías o en las pollerías o en los baúles frigoríficos de los supermercados, en esos pasillos largos como el cuello de un pavo Godzilla que encadenan sarcófagos eléctricos donde a diario se depositan cortes, carnes, partes, cuartos y despojos de todo tipo de animales reposados en mullidas camas de poliespán? ¿Por qué en ese macelo de especies frescas y porcionadas e iluminadas solo encuentras zancas de pavo dispuestas en un zigzag, o si acaso unas salchichas perfectamente alineadas, y nada más? ¡Con la de partes que tiene un pavo, madre mía, con lo grande que es el semejante animal jibarizado! ¿Dónde está su cabeza sin perspectiva, dónde las patas de caminar desgarbado, dónde los hígados, las alas, el espinazo? ¿Y dónde ese mirar revirado de un pájaro siempre asustado, sabedor quizá, desde el huevo natal, de que va a acabar decapitado a causa de un pescuezo que es cadena y maldición? Pero sobre todo, ¿dónde coño están los pavos enteros, el bicho tal cual, dónde los esconden que nunca los ves a la venta con todas sus piezas, excepto en Navidad, cuando aparecen en tromba y normalmente congelados? ¿Qué hacen los pavos durante el verano? ¿Emigran a otros mataderos? ¿O los confinan a esperar su transformación en pechugitas y zanquitas y salchichitas de gimnasio? ¿Quién los guarda, quién los cobija? ¿Acaso los secuestran? ¿Cuánto cuesta el rescate de un pavo?

Porque yo estoy dispuesto a pagarlo.

P. D. Pincha en los enlaces azules, y ya verás.

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